El sistema de oposiciones en España se encuentra entre los más exigentes de nuestro entorno. El esfuerzo profesional y personal que emprende el candidato es enorme. Por vicisitudes varias, desde luego muchas veces ajenas al opositor, la ingente tarea no concluye con la obtención de la plaza. Pero desde luego sería un desatino mayúsculo, no solo desperdiciar, sino incluso minusvalorar el caudal de experiencia y conocimientos que el opositor adquiere durante su dura preparación.
El caudal atesorado, en efecto, es doble: método, en primer lugar, porque la exigente disciplina de trabajo, como tantas cosas, se adquiere y educa, y ello es algo que ya tienen ganado y acreditado los opositores para el mundo profesional más allá de las materias concretas. No es esta cuestión menor, pues incluso hay estudios actuales –y a menudo los profesionales lo observamos– que concluyen que puntualmente las nuevas generaciones presentan ciertos déficits de concentración prolongada en sus temas de trabajo, imbuidas como están en lo que podríamos llamar la cultura del rápido email, no digamos del inmediato whatsapp o del brevísimo tuit. Profesionales con sosiego, reflexivos, que se atrevieron calmos a encarar su futuro en una previsión de largo plazo –y no a corto–, son muy necesarios y eso, como digo, ya lo tienen ganado los opositores.
A la vez, el otro pilar es el más conocido y desde luego de la misma importancia: el sistema de oposiciones trae consigo la inmersión en vastos y transversales conocimientos que no deben perderse; son verdaderos expertos en sus temas, con rigor y profundidad; también eso lo tienen muy ganado.
Por todo ello, a mi juicio, los ya ex opositores deben buscar con ahínco hacerse hueco: lo merecen, sin duda.

Javier Sánchez-Vera
Catedrático de Derecho Penal de la Universidad Complutense y Letrado del Colegio de Abogados de Madrid. Socio de Olivia-Ayala Abogados. Consejero Académico de Fide.