Estoy convencida de que durante la preparación de las oposiciones al Cuerpo de Abogados del Estado desarrollé habilidades muy provechosas para su posterior puesta en práctica en una firma de servicios jurídicos como la que hoy dirijo.
La experiencia me demuestra que los hábitos y competencias que sin darnos cuenta vamos interiorizando, y que fueron la base sobre la que se sustentaron aquellos días de riguroso estudio como opositora, trascienden hoy el ámbito de las oposiciones para incorporarse de forma espontánea a la práctica cotidiana.
No solo estamos hablando de adquirir conocimientos y de la consiguiente formación sólida y el elevado nivel técnico, que sin duda son absolutamente necesarios para el ejercicio profesional; sino también de competencias que se consiguen casi de forma natural gracias a una labor minuciosa de estudio.
Entre ellas, la constancia en el trabajo, y una estricta organización y planificación de aquello que se ha de hacer, con capacidad para priorizar lo esencial. Me atrevería a decir que, en este sentido, estas capacidades que lleva intrínsecas el hábito del estudio son útiles en cualquier perfil de un despacho; y también, y quizá especialmente, de gran valor en la labor de cualquier directivo al frente de equipos de trabajo.
En esta línea, una oposición, como exigente carrera de fondo que es, requiere desarrollar asimismo a lo largo del proceso, la capacidad para soportar la presión, acompañada de grandes dosis de motivación. Estos dos aspectos son también primordiales en la trayectoria profesional de la abogacía de los negocios, y extrapolables al resto de sectores.
De alguna manera, las oposiciones nos retan a lograr ese equilibrio entre la autoexigencia, la disciplina, la perseverancia y la mente fría para avanzar cada día, sin desanimarse, a través de objetivos alcanzables y sostenibles. Este desafío entraña un aprendizaje útil para cualquier trabajo, el de saber mantener nuestro empeño y tenacidad en las tareas, con tesón, pero sin perder por otro lado el entusiasmo por lo que hacemos y por conseguir el propósito.
El afán por llegar al objetivo final, en mi caso la obtención de la plaza de Abogada del Estado entraña cuando se consigue, una enorme satisfacción y recompensa por el esfuerzo realizado. Me he dado cuenta a lo largo de los años, de que tanto el haber llegado a esta meta, la primera de mi trayectoria, como también su proceso de preparación, imprimen carácter y a menudo marcan la diferencia a la hora de desarrollar cualquier proyecto profesional.

Rosa Vidal
Socia directora de BROSETA